Puede que alguna vez hayamos soñado o nos hayamos planteado hacer la maleta y lanzarnos a la aventura, pero al final nunca lo hemos hecho. ¿Por qué nos da tanto miedo?
Es cierto que es más difícil afrontar los problemas cuando estamos solos y que a veces nos puede resultar aburrido, pero el principal motivo por el que no nos atrevemos es porque nos da miedo estar solos. Salir de nuestra zona de confort es complicado, pero nos enseña a valernos por nosotros mismos. Da igual que tengamos 20 años o 60, nunca es tarde para decir: voy a hacerlo.
¿Las ventajas?
Puedes ir a dónde quieras, cuando quieras y como quieras. Cuando viajas solo gozas de una independencia total para organizarte. No tienes que esperar a nadie ni adaptarte a los horarios de grupo. Si quieres hacer algo, lo haces. Los viajes con amigos o en pareja son geniales, pero no siempre sigues un plan establecido, ya que un día a uno le apetece echarse una siesta y al siguiente todos quieren visitar un museo a las afueras -al que por cierto, no te hace la más mínima ilusión de ir-. En tu viaje tú marcas el ritmo, lo que te interesa y lo que no. Y si un día te quieres poner chanclas y calcetines, adelante, nadie te va a juzgar, o puede que lo hagan, pero no te va a importar. Estamos acostumbrados a seguir un código social no escrito: “esto se hace y esto no”, “esto es moda y esto no”. Cuando vas a un sitio donde nadie te conoce te permites ser un poco más libre y hacer tus pequeñas locuras.
La mejor parte es cuando conoces gente que está como tú, viajeros solitarios que buscan aventuras. Aristóteles dijo: “el hombre es un ser social por naturaleza”, y tenía toda la razón. Cuando estamos solos nos vemos obligados a socializar con otros, esto nos lleva a conocer personas que, en otras circunstancias, nunca habríamos conocido o de las que nunca nos habríamos percatado. Se pueden conocer personas en un bar, en un tour, en un hostal o, incluso, en un autobús. Comienzas a abrir la mente y a escuchar lo que otros tienen que decirte y aprendes a observar. Observar qué es lo que pasa a tu alrededor y por qué pasa, lo que nos lleva a conocer un poco mejor el mundo y conocernos a nosotros mismos, a hacer autocrítica y a querernos, por las metas que podamos superar (desde comprar un billete de metro, hasta entendernos con una persona que no habla nuestro idioma) y por los calvarios que podamos vivir.
Está claro que pasar tiempo con nosotros mismos nunca viene mal, nos hace ganar seguridad, ya que nos damos cuenta de todos los temores y las inseguridades con las que partimos y, puede que viajar no nos enseñe a superarlas, pero al menos sabemos que están ahí. También nos ayuda a apreciar las cosas, nos enseña a ser más objetivos y darnos cuenta de que hay cosas a las que le damos más importancia de la que realmente merecen, y que hay cosas que deberíamos apreciar más.
Siempre que comienzas una aventura te enfrentas a diferentes desafíos, vencerlos siempre es un fin, y el verdadero buen sabor de boca se tiene cuando eres tú mismo, sin ayuda de nadie, quien se supera, ya que te demuestras que puedes hacerlo.
Puede que viajar solo pueda ser la mejor experiencia del mundo, o la peor, pero sin duda, a la vuelta habremos aprendido algo.
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